lunes, 8 de octubre de 2012

COMBARRO - POIO

COMBARRO
POIO


     En Combarro se puede ver un pueblo marinero en el cual parece que no han pasado los años. Es uno de los núcleos pesqueros más hermosos de la costa gallega.


     Lo que más característico de esta parroquia de apenas medio millar de habitantes son sus más de 30 hórreos que se distribuyen en primera línea de mar. Desde cualquier rincón, destacan la siluetas triangulares de estos graneros de maíz. Las cruces de la parte superior reflejan un fervor religioso que viene de antiguo. 



     El agrupamiento de estos hórreos tiene una sencilla explicación: las casas se construyeron sobre las rocas graníticas para aprovechar al máximo las tierras fértiles. Como el espacio rocoso es escaso y las viviendas de reducido tamaño, se produce un gran apiñamiento de las casitas de piedra. 

     
     No es que en otras localidades costeras haya menos de estos elementos, sino que están más dispersos. Hay que tener en cuenta que estos graneros no tenían una función decorativa, sino que eran necesarios en este tipo de subsistencia basado en la pesca y las labores agrícolas. 

     
     El horréo es una de las máximas expresiones de la arquitectura popular. Su altura impide el paso de los ratones o la humedad que se genera en una zona tan lluviosa. A través de las rendijas entra la aireación que necesita el grano de maíz. En la actualidad algunos dueños los utilizan como vulgar trastero o incluso están en desuso. 

     
     Otro elemento típico de Galicia que se puede ver en esta villa son los cruceiros. Tienen profunda carga simbólica: sirven para proteger de la Santa Compaña, la procesión de las almas en pena que se cree que aparece en las oscuras noches gallegas. En Combarro se distribuyen 6 de estas vistosas esculturas realizadas a partir de 1727. 


     El pueblo es todo un ejemplo de la arquitectura popular propia del modo de vida marinero. Las casas son de pequeña extensión y el pavimento de algunas calles lo compone la propia roca desnuda. Con la marea alta, el agua llega hasta el inicio de las calles más próximas a la ría.



     Aparte de la arquitectura, también se pueden contemplar escenas marineras que se desarrollan en el puerto y en la playa. Es habitual que las mujeres marisqueen con la marea baja, se arreglen las redes de pesca o se produzcan entradas y salidas de pequeñas barquitas en el muelle. 

     
     El turismo ha tranformado en parte este tranquilo pueblo marinero. Algunas de las viejas casas se han reconvertido en bares o restaurantes. Allí, junto a un horréo centenario, podrás comer el marisco más fresco que puedas imaginar. Sin duda, lo saborearás mejor en estas terrazas con vistas al mar.


FOTO: XOAN ARCO DA VELLA

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XOAN ARCO DA VELLA

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