martes, 9 de octubre de 2012

EL ESPANTABRUJAS DE SAN PEDRO


EL ESPANTABRUJAS DE SAN PEDRO



     En días de positivismo difícil es que la leyenda corra.


     Se afirma que es eso, simplemente leyenda, cuentos de noches frías o de abuelas idas. Fantasías bobas de recuerdos yerros. Si además esas leyendas se cuenta que sucedieron en tierras tan mistericas como las gallegas ... entonces ya, el final. Brujerías. Mundo profundo. Hechizos falsos y demonios cautos. Positivismo.

     Pero muchos nos resistimos a pensar así. Las leyendas puede que sean solo eso, leyendas. Aunque nacieron. Y aparecieron en algún momento. Y desde ahí se transmitieron. Puede que algo cambiadas, puede que con un tanto de mito y un cuanto de retórica. Pero nacieron. Y entonces fueron reales. Y quiero creer que fueron tal. Necesito creerlo. Porque si no fuera así, se derrumbarían las fantasías de la historia que hicieron historia misma.
 


     
     En la Galicia medieval existía una profunda convicción religiosa de sus hombres, que en lo rural estaba muy lejos de los convencionalismos eclesiásticos del momento. La doctrina prisciliana empapaba aldeas y rincones. Decían que era herejía y su fundador fue el primer hereje al que la iglesia condenó a morir en la hoguera por sus ideas. Pero su doctrina tenía algo que en Galicia arraigó con inusitada intensidad. 

     Los fieles celebraban las fiestas bailando con los pies desnudos, en contacto con la tierra, en silencio, roto solo por el son de algo que aun no era gaita ni dulzaina, aislados unos de otros aun estando juntos. Por sus pies entraba a todo su cuerpo la fuerza de la madre tierra y decían que era el mismo Dios quien la portaba.



     En San Pedro de Porzonillos, por debajo de Betanzos, se conserva una iglesia que algunos dicen que fue templaria, aunque la cosa no es muy segura y más bien tiende a falsilla. Se construyó por los finales del siglo XII. Tiene una sola nave y un curioso rosetón con forma de estrella de David. Delante de ella celebran los aldeanos una ceremonia ancestral, posiblemente ya se hacía por los siglos VI y VII. Bailan descalzos. Con los ojos en el cielo. No se miran unos a otros. Solo se oye el sonar de una gaita. Pero no se la ve. El músico se esconde tras la masa de la iglesia.

     En un momento todos paran y miran a un mismo sitio. Algo murmuran. Enseguida siguen su danza. Han mirado a una figura grabada en la frontal de la iglesia. Un espantabrujas que afirman infalible. Desde que, supuestamente los caballeros templarios, edificaron la iglesia y colocaron este relieve en su fachada, nunca se vieron espíritus malignos por estos pagos. 



     Por eso, los aldeanos cuidan la imagen. No es cosa de perderla. No es posible que desaparezca el talismán.

     ¿Quién asegura que antes, antes de la iglesia, allí, precisamente en ese sitio, no recuerden algún aquelarre?. Esos tiempos son lejanos. Muy lejanos. Por eso hay quien dice que esto son leyendas. Cuentos. Historias. De abuelas idas.

     Pero ... por si acaso, todos los años siguen bailando, siguen mirando y siguen cuidando la vetusta figura de la espantabrujas.



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XOAN ARCO DA VELLA

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