martes, 9 de octubre de 2012

LA REDENCION DE LOS QUIROS

LA REDENCION DE LOS QUIROS

En medio de los mares, besado por la espuma,
las ruinas de un castillo del Temple yo admiré;
y vi a sus caballeros en medio de las brumas,
blandiendo sus espadas por la cristiana fe.




     En la isla Colleira se erguía el monasterio de San Miguel. Desde allí, los monjes utilizaban las míticas barcas de cuero para ir a la punta a decir misa. Se demuestra que estos pagos se fundaron por el rey Leovigildo nada menos que en el 580. En el concilio de Husillos, Palencia, de 1088 se confirma la existencia de lugar y tradiciones. Se sabe que allí llegaron templarios y allí permanecieron hasta el 1307, año de la caída de la orden.

     Felipe el Hermoso, rey de Francia, ordeno a la familia Quiros destruir este castillo y acabar con sus ocupantes. Con gran crueldad cumplieron esta orden. Todos los freires fueron acuchillados: Todos menos uno que logro escapar a la matanza y consiguió llegar al barrio de Baltar, en Viveiro, donde se refugio en casa de un vecino que le protegió.


     Poco después murió uno de los Quirós del degüello. Mando decir 36 misas, una por cada freire que el mismo asesino.

Las misas se celebraron rigurosamente. Una por día. La ultima coincidió con el 24 de diciembre del 1309. Era costumbre en estas misas que el oficiante utilizara pan ordinario para consagrar. Lo daban los vecinos de Baltar. El mismo barrio que dio refugio al último templario.

     En la ultima, en la de la noche de la Navidad, como siempre, los vecinos entregaron sus panecillos al monje. Pero en la cesta no había panes, sino unas deliciosas confituras en forma de estrella.

     Cuentan que nadie sabía como había ocurrido tal transformación. Ni tan siquiera si lo era. Lo cierto es que, empezada la misa, el monje bendijo las dulces estrellas y comenzó a repartirlas. Y no acababan nunca. Cuanto más ofrecía, más le quedaban. Cosa milagrosa fue aquella. Tan notoria que los vecinos de Baltar quisieron recordarla y todos los años, por la Navidad, reparten estrellas golosas entre sus amigos.

     Algunos barriales, de esos que todo lo saben, fueron contando en aquel año del primer milagro que un Quirós había dado el cambio. Que había sustituido la cesta de panes por la de dulces. Quizás en homenaje a su familiar muerto y arrepentido. Quizás un servicio a la ultima misa de perdón.

     Nunca se supo. Pero cierto es que desde entonces, en Viveiro y durante muchos años, las mejores estrellas dulces, las hacían las mujeres de la familia Quirós. 





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XOAN ARCO DA VELLA

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